61 años de amor, respeto y construcción de familia

Rumbo a las bodas de platino esta pareja cuenta las claves de cómo mantener y sostener una relación duradera de matrimonio.

La historia de María Romero López y Alcides Rodríguez Pereira es digna de un cuento de amor perfecto. Fue un “flechazo” a primera vista. Dos meses después se casaron. Vinieron los hijos (tres hombres y tres mujeres). Casi nunca discutieron (y cuando hubo diferencias sus hijos nunca se enteraron). Él trabajando duro en el ferrocarril y ella trabajando aún más en la casa educando a sus hijos.

Hablar con ellos es como hablar con la pampa, con el viento y con el norte. En el antejardín de su casa se respira historia, amor, familia y mucho pero mucho cariño. Ese es el legado de 61 años de matrimonio que cumplieron el pasado 21 de agosto.

VIDA FERROVIARIA

Don Alcides nació hace 83 años en el ex mineral de Huanaco pero fue inscrito en la Estación Catalina. La señora María nació hace 87 años en Antofagasta. “Fue amor a primera vista. Me encantó cuando lo vi pasar. ¡Tenía su pelo tan crespito!”, recuerda María, mientras es interpelada por su marido quien agrega: “en cambio tú eras linda, ahora no tanto”.

El humor es una palabra que se parece al amor, y es esta simbiosis la que ha sido clave en el rumbo de cada aniversario. Ya pasaron el umbral de las bodas de diamante y ahora van directos a las de platino.

Por las venas de Alcides corre sangre de ferroviario. No hay línea que haya recorrido este hombre en la vastedad del patio más grande Chile: el Desierto de Atacama. “Cuando era joven partí trabajando en la maestranza de Mejillones. Luego se me ocurrió casarme con esta dama y cuando salimos del Civil nos fuimos a celebrar los dos solitos. Fue la primera vez que no fui a trabajar en la tarde”, recuerda con algo de picardía don Alcides.

EL “MARRAQUETA”

Si usted va a Baquedano y pregunta por don Alcides probablemente nadie lo conozca. Pero si pregunta por el “Marraqueta” ahí sí que dirán dónde vive. “Lo que pasa es que a mi papá le decían ‘marraqueta’ porque mi mamá compraba todas las mañanas dos marraquetas fresquitas recién salidas del horno y se las llevaba al trabajo, a la sala de máquinas del ferrocarril; entonces yo quedé con el mismo apodo”, explica don Alcides.

Antiguamente los apodos eran parte de la identidad de las personas. “El arroz graneado”, “El cabeza de chirpe”, el “Tocopilla”, el “Cañita” y tantos otros sobrenombres formaban parte de esa fauna de amigos que se forjaban en la juventud y terminaban en la vejez.

María comenta que la receta para conservar un matrimonio por más de 60 años es el respeto. “Si no hay respeto se pierde todo. Con mi viejo hemos tenido pocas diferencias en la vida. Mientras él trabajaba duro en la pampa yo criaba y formaba a mis hijos. Y cuando teníamos diferencias ellos ni se daban cuenta porque era un tema que debíamos resolverlo entre adultos sin involucrar a nuestros hijos”.

Después de tantos años ambos se siguen mirando con ojos de complicidad. La localidad de Baquedano será sin duda su última morada y así lo tienen muy bien asumidos. “Nosotros tenemos nuestros nichos acá. Son muchos años viviendo en este pueblo”. Antes de Baquedano pasaron por la Estación Cochrane (cerca de Sierra Gorda) y Pueblo Hundido, hoy Diego de Almagro en la Región de Atacama.

El legado de ellos son sus seis hijos: María (60), Carlos (58), Carmen (55), Yovanca (54), Bernardo (52) y Yirsir (50); además la lista continúa con 14 nietos, un sinnúmero de bisnietos y una tataranieta.